Aguas Internas

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viernes, 3 de diciembre de 2010

BOMBA

Dulce como Bambi, tierno personaje de una historia donde la llegada a la madurez se acompaña por un golpe mortal. Ese recuerdo del pequeño llorando ante el cuerpo muerto de su madre, ¿quién no ha llorado con ese cuento? He ido al cine, esa sala tradicional de la calle Corrientes donde solo se transmitían películas para nuestra infancia.
En realidad nada de esta introducción tenía en mente cuando me senté a escribir... es más el título no tiene sentido alguno, pero si la realidad del día vivido. Aunque nada fuera especial, solo ocurrió casi lo mismo de siempre, con la única diferencia que esta persona cada día se acerca más a realizar un sueño, darle vida a una creación, como nos muestran siempre en la ficción.
¿Seré mi propia potencial bomba? Sí, lo soy no voy a pecar de humilde hoy. No, a veces también es interesante darse cuenta de lo que una puede generar en otras personas, y cómo recibimos lo mismo que proyectamos.
No suelo pasar desapercibida, y a esta altura inútil es tratar de hacerlo, aunque a veces gustaría ser un rato transparente.
En el hesmiferio sur están llegando las temperaturas veraniegas, y con ello por supuesto ya no hay pulover que cubra nuestros cuerpos.
Así, fue que me vestí como todos los días, y fui a trabajar de vendedora. Sabiendo que era un día en el que abriría con mi hermana del corazón, dude entre ponerme una pollera y el pescador de jean, opte por el último ya que sería el último día de la semana antes de caer dentro del lavarropas, junto con la remera celeste.
Aros congando de mis orejas, y ese par de alpargatas número treinta y dos, ya que el verdadero treinta y cuatro me queda grande en el modelo que estamos vendiendo. En realidad todos los números de esa marca están corridos, pero ese detalle de bajar dos, pasa porque no tengo un treinta y tres. Aunque increiblemente las voy estirando, cada vez entran mejor mis pequeños pies. El detalle es que siempre entraron...
Ya en el local, comenzamos con la tarea diaria sumando algún que otro piropo. Pero, lo más gracioso fue ese chico de remera naranja fluor, muy deportivo, que entro y desde la entrada le dije la habitual pregunta si lo podía ayudar. Sonriente mira, y me dice cuánto están los sombreros... veamos mercadería más cerca del piso no tenía, y como no recordaba el precio, me agache y le contesté, sabiendo que era pura escusa. El olfato de vendedora ya conoce todas las formas en que entran solo para acercarse, además no eran sombreros que fueran con él.
Con inocente picardía, pero entendiendo todo el movimiento, lo mire y le dije que si quería los probara, sabía que no lo iba a hacer, seguía con una sonrisa de oreja a oreja, y me señala la siguiente montañita de sombreros tambíen para saber el precio, volví a inclinarme y le volví a responder. Muy alegremente me dice, ya los tenía vistos y les tengo ganas desde hace rato, dió media vuelta y se fue... cuando salí, le dije a Angelito, viste con que sonrisa se fue ese... si me dice aquella, y solo me agache para decirle los precios.
Con que poco, una hace que alguien sonría... simplemente siendo una misma.
Por eso no me sorprende que al terminar la tarde y luciendo unos aros nuevos, que le había comprado a un artesano en plena calle, que tiene forma de mariposa del mismo color de la remera celeste, al cruzar una calle un hombre en bicicleta me llama preciosa, y mientras yo seguía mi camino, hasta se ofreció acompañarme hasta donde sea... la que sonrió en esta vuelta fui yo...
Ya tengo asumido... ser una bomba alegre!
=)

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