Aguas Internas

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martes, 6 de julio de 2010

NIÑOS...

En el ir y venir, la vida nos muestra tantas caras, tantos rostros sin nombres conocidos; pero, en el camino dejan una luz que suele atraer nuestra atención.
Miradas tristes, bocas sonrientes, narices rojas, huellas marcadas por el viento, la tierra, el sol y el agua.
Soy una ferviente creyente que por algo las cosas suceden, que por motivos diferentes no vemos como las cosas que damos son devueltas, en pequeñas dosis que dejamos pasar por alto.
Ese niño que la vida me puso delante, que camina y camina, perdido en una selva voraz, real jungla de cemento, siempre buscando la oportunidad de hacerse dueño de aquello que lo deja al margen.
Cada tanto, nos cruzamos, él con su rostro marcado por un puñal, una estética de supervivencia; yo una simple mujer, con sensibilidad y mirada profunda.
No desconozco su realidad, esa huella que lo lleva a robar, pero esta fuera de mi alcance cualquier historia tratar de cambiar, salvo la propia. Con cariño, solo lo saludo y lo trato como a cualquier ser humano.
Una tardecita, luego de mi horario de trabajo, camine una cuadra y entre en una perfumería, es que a la belleza natural, a veces la tenemos que ayudar. Al terminar de elegir la siguiente dosis de amoníaco, que iba a utilizar, fui hasta la caja, y mis ojos lo descubrieron, era él, Carita Marcada, revolviendo los desodorantes para hombres; lo mire fijo, tratando de descubrir el potencial escondite de su "tesoro" higiénico, y cuando se dio vuelta, le salte con un "hola, ¿cómo estas?", su cara cómplice se acercó y me saludo como siempre con un beso en la mejilla, sonrió y respondió "hola, bien...." y se fue, gire mi cabeza y vi como su retirada era crucificada por fuertes miradas déspotas, y silenciosas; con una mueca burlona y juguetona salio del local.
Las empleadas de esa gran perfumería, paradas una cerca de otra, todas con miradas filosas, que hasta las sentía en mi espalda. Las mire y les dije que lo conocía del local donde trabajaba, y que no había visto que guardara en la campera el desodorante, una rompió el silencio y me contestó que lo llevaba en el pantalón, y que Carita iba todos los día, pero que no podían decirle nada, porque sino volvía con su grupo y les tiraban piedras. Así que simplemente lo dejaban entrar y que se llevara lo que quisiera, siempre en silencio.
Las mire, y les dije "ah, en cambio, a mi viene y me pide, y cuando puedo algo le doy".
Mi corazón se inflo de una manera, que casi se me escapa. Es más, unos días después lo veo pasar, con su grupito, viene me saluda, le da la mano de mi hermano, y cuando se están yendo, el mas chico del grupo agarra unas orejeras, y Carita le pega el grito, y el nene la suelta nuevamente en el canasto.
Por supuesto, es una historia más en esta inmensa ciudad, pero hace que cada día confirme, "lo que una irradia, vuelve... siempre vuelve, hay que poder ser capaz de ver esa devolución.... que suele ser en pequeñas cosas que en la velocidad las pasamos por alto"... pero cuando derribamos cierto muro, aprendemos a ver... no solo mirar, y el ojo del corazón es mucho mas sagaz.

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