Aguas Internas

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martes, 3 de agosto de 2010

SIN TIEMPO

Es algo increíble cuando te reencontras con la esencia, esa interioridad que ilumina el Ser. Pero, más mágica se vuelve la experiencia, al estar en presencia de un otro, esa persona con quien se da la vivencia, en la que una mirada habla por si sola. Y aunque pasen años sin contacto, el tiempo parece que no acompañó.
Es una experiencia mágica, y en lo que va del año la viví en varias ocasiones, ya que de golpe fueron apareciendo esos adultos "casi" desconocidos, pero con la niñez compartida. Al reencontrarnos, era como volver veintiún años atrás. Como no podía ser de otra manera, hace un par de semanas apareció Maru.
La verdad es que todo fue muy especial, pero es último encuentro fue increíble, como si la última vez que nos hubiéramos visto fuera por nuestros cumpleaños en enero.
Es que, con esta "amiga/hermana" estuvimos juntas en nuestros momentos duros de adolescentes, esos momentos de disconformidad, de malestar continuo, de cambios y más cambios; parece que no hubiéramos pasado los últimos once años sin vernos ni hablarnos.
Compartimos tantas anécdotas, tantos amores y desengaños, momentos de alegrías, y de profundas tristezas, tantas aventuras por la ciudad como travesuras que se nos ocurrían, aunque solo soy mayor cuarenta y ocho horas, siempre me mandaba al frente por ser la "mayor".
Las primeras salidas nocturnas fueron juntas, esos años de matinee, cuando mi viejo nos llevaba y nos iba a buscar. El viaje por la memoria, nos llevó a recordar esos momentos, como aquella tarde donde junto a un grupo de compañeros de la primaria habíamos elegido un boliche en la avenida Córdoba y Scalabrini, pero al llegar nos dio vergüenza y llamamos a mi viejo para que venga por nosotros y nos lleve a otro lugar, a unas pocas cuadras de ahí.
Como llegamos y la puerta ya estaba abierta, entramos y nos quedamos, me acuerdo que dentro del grupo había un chico que media mas de un metro ochenta y el patovica no nos creía que tenia solo trece años. Casi no lo dejan entrar, pero si el no pasaba salíamos todos.
Toda la noche transcurrió normal, nosotras colgándonos de nuestros "amigos" para que otros chicos se alejen. La sorpresa fue a la salida, ahí nos enteramos que la mamá de Maru, había quedado fuera de su departamento, ya que esta había cerrado con una llave que la madre no tenía, y como no pudo con su genio, había ido al primer boliche, y con la calma que la caracteriza logro que paren la música, prendan las luces, y por micrófono nos llamen. Claro, no estábamos en ese lugar, y no lo sabía.
Ni hablar que jamás pisamos Cinema, y los años que pasaron siempre nos reímos de esa anécdota. Y lo vamos a seguir haciendo.
Esa tarde, en la que nos perdimos por las calles desiertas del barrio de Chacarita, habíamos ido con la idea de buscar a mi hermano en el colegio, dándole una sorpresa, pero no lográbamos encontrar el lugar, hasta paramos a un cartero, pero tampoco nos supo ayudar. Hasta que en un taller mecánico nos dijeron que la calle continuaba del otro lado de las vías, las mismas que ya habíamos cruzado, luego de habernos bajado mal del colectivo, y caminado por el costado del alambrado mientras un auto nos seguía, y aquella como siempre echándome la culpa a mi, pero a ninguna se le había ocurrido cruzar a la vereda super ancha del cementerio, y seguimos caminando por ese pequeño sendero.
Claro, que cuando logramos encontrar el colegio y ver a mi hermano, las dos corrimos y le saltamos encima, que aquél lo único que atino a hacer fue sacarnos de ahí, porque las dos no parábamos de hablar contándole en estéreo todo lo que nos había pasado.
De golpe, todos esos recuerdo volvieron a tener vida, y como no podía ser de otra manera, juntas salimos unas noches atrás.
Como si el tiempo no hubiera pasado, nos divertimos con la complicidad de aquellos años, desde el momento en que bajamos del colectivo, algo nos hizo reírnos, dos chiquitos vinieron e intentaron invitarnos a salir, pero teníamos ya nuestra salida de amigas armada, y no íbamos a tirar por la borda, justo nosotras, una noche de "pizza" libre.
Pero fue muy conmovedor, ver que no nos daban los años que en verdad tenemos. Y, cuando decidimos terminar la salida, cuando volvimos al barrio, las dos nos reíamos, no logramos pasar de los veinticinco, lo cual también nos hizo decir "este no es nuestro lugar".
Es una manera de sentir que el tiempo, pasa, pero también se lo puede disfrutar de maneras diferentes. Y esa capacidad es personal.
Lo valioso, era volvernos a encontrar, y compartir el presente.
Jugar con el tiempo, también se aprende.

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