Aguas Internas

Aguas Internas

jueves, 19 de agosto de 2010

EL CUERPO

Las cuatro estaciones, esas que reconocemos en la naturaleza, habitan dentro del cuerpo. Cada una encuentra su espacio, su tiempo, pueden o no coincidir con el mundo externo. 
Esas tardes grises, frías, típicas de invierno en el sur del continente, nos llena de tranquilidad, nostalgia, recuerdos de dulces momentos, donde el cuerpo habla de manera diferente. 
En el presente, un cuerpo relajado, hasta sentir el aire agotado, por la necesidad del calor que absorbe, de ese hogar a leña encendido. El fuego da una energía al ambiente, tan intensa como cada una de sus llamas en pleno esplendor. Cumple tan intensas funciones, es vital para mantener cierta temperatura; es interesantemente necesario, para hacer explotar un mundo de fantasías; el fuego es alimento para activar nuestro cuerpo.
Pero tanta intensidad también requiere del aire, ya que sin él no podríamos respirar. Con el ambiente cálido, pasamos del estado invernal a uno más primaveral, que nos permite ir soltando lentamente los abrigos que nos cubren.
Empezamos a pensar, acaloradamente, que nuestras mejillas enrojecidas, son imagen de que el tiempo dentro nuestro ha cambiado. Así, es que nos vamos despojando del exceso de ropa, sin llegar a una libertad total. Todavía se siente el clima templado, no se requiere llegar al encendido de un aire artificial. Seguimos con el hogar encendido. Afuera hace frío. Esa es la realidad.
Llegado el momento, tanta cercanía con el fuego, nos hace sedientas, algún líquido es necesario ingerir. Sentir como fluye el agua, desde la botella hasta el vaso que la espera; luego, nuestra boca busca esa frescura, ese alivio que nos brinda el fluir líquido.
El agua apaga el fuego, es parte del aire, y alimenta la tierra, es fuente de vida. Nuestro primer hogar es acuático, nos vamos conformando, en ese ambiente húmedo y cálido, y al salir simplemente lloramos. Por eso, creo que nuestra materia siempre del agua se alimenta. 
Como flores esplendidas, y húmedas, llenas de vida, abrazamos la llegada del calor más fuerte, estamos preparadas con el cuerpo, para desprendernos de las últimas prendas.
El verano es festejado, sin inhibiciones, la naturaleza se muestra calidamente abrazadora. Nuestros rayos de sol, iluminan cada momento, somos fuente de irradiación, el calor se exterioriza, no importa el clima.
Cada estado, o estación, marcan esferas dinámicas que trascienden nuestro cuerpo, mente y alma. Es en el vivir diario que nos damos cuenta, como se expresa cada momento. Siendo único e irrepetible, finito y de aprendizaje.
Pero, nuestras hojas comienzan a caer, el clima interno se vuelve inestable, queda suspendido en la transitoriedad otoñal, ni frío invierno, tampoco calor veraniego.
Esa media estación, que tiene puntos parecidos con una nueva transformación, ya las flores desaparecieron hace tiempo, los arboles parecen debilitados y sin color, los tonos grises se presentan en este momento, aunque el fuego parece que se debilita, sabemos que luego llegará el momento para tenerlo encendido y cerca, para pasar el duro invierno.
Que juego, me siento felizmente conectada con cada ciclo, con cada estación, con cada momento.
Todo es un símbolo, cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia...

No hay comentarios:

Publicar un comentario