Aguas Internas

Aguas Internas

martes, 16 de febrero de 2010

UNA NOCHE

Una fuerte luz lo encegueció por unos segundos, el tiempo que ella tardó en sacar su abrigo, y junto a sus amigas se dirigió a la pista de baile. Parecía que se iba a perder entre tanta gente, pero su luz lo guiaba, y no podía dejar de mirarla.
Cada ritmo, cada nota musical tenían comunicación directa al cuerpo de ella, y lo sabia, lo disfrutaba sin tratar de ocultarlo y así pasar desapercibida. Sentía a esos ojos que no perdían de vista ninguno de sus movimientos, la seguían, y hasta, desde lejos, la acompañaban.
Bailaba, moviendo su cuerpo con perfecta sensualidad. Sin darse cuenta, dentro de la generalidad, con su danza lo atraía, lo llamaba a la distancia, lo encendía.
Como hechizado, pidió dos tragos en la barra, caminó seguro de sí, su cuerpo a medida que se acercaba comenzó a temblar, a vibrar. De golpe, se encontraron sus almas, y ya nada parecía igual, sus movimientos eran mutuos complementos, él le alcanzó una bebida, y comenzó a hidratarla.
Le fue dando sus gotas, muy despacio, apoyándoselas suavemente en esos deseables labios. Mientras, sus cuerpos seguían moviéndose al ritmo del lejano ruido en que se transformó el local, ya sus amigas estaban distanciadas, eran solos ellos dos.
Con su boca, él tomó un hielo, y comenzó a pasárselo muy cerca de la boca sedienta de ella, haciendo que esas frescas gotas entraran por el pequeño espacio formado por sus labios entreabiertos. Todo era dulzura, que lentamente se fue tornando en un diálogo sexualmente apasionado. El destino los había encontrado, y la humedad los invadía, la música ya no importaba si era rápida o lenta. Sólo sentían que estaban ellos con sus cuerpos, los vasos y los hielos.
Ella ardía, él la refrescaba. Ella estaba sedienta, el la hidrataba. Un océano de orgasmos eran sus movimientos, sus cuerpos se acompañaban, y sus respiraciones se alimentaban mutuamente.
Sus danzas, sin prisa pero sin pausa, los fueron trasladando, era como si se movilizaran dentro de otra dimensión.
Pero un golpe los despertó, y los ubicó nuevamente en el boliche, en esa multitudinaria pista de baile. Sus caras sonrientes, y cómplices, eran el perfecto reflejo de ese intenso primer encuentro.
Todavía no habían dicho una sola palabra, pero los dos sentían que se conocían desde hacía mucho tiempo. No se veían como ajenos.
"Dario", dijo él; "Anabella", dijo ella, "mi amor", pensaron los dos.
La noche los había encontrado, sus vidas ya no volverían a ser las mismas, aunque siguieran caminos separados.

2 comentarios: