Aguas Internas

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sábado, 29 de mayo de 2010

LA MONTAÑA

A lo lejos, imponente se presentaba, su cima parecía acariciar el cielo, su base la vista no lograba alcanzarla. Caminando hacia ella, cruzo ríos, bosques y selvas. Tantos senderos se presentaron, pero solo podía ir eligiendo transitar uno, aquel que creía que la acercaba a aquella brillante montaña, así podía ir soñando con tocar ese cielo que la cima acariciaba.
La oscuridad de la naturaleza le mostraba diferentes matices, entre sus gigantes techos verdes y marrones, ella se sentía por momentos asustada, en otros protegida acompañada por tantos amigos, esas aves nocturnas que al abrir sus ojos le mostraban su luz.
No resulto tarea sencilla encontrarse sola en medio de la selva, pero sabia, una corazonada le decía, que al miedo tenía que tocarlo, acariciarlo, no podía negarlo, era solamente una partecita suya. Por eso no podía detenerse, ante él, el camino seguía y debía continuarlo.
De esa manera, esas noches se transformaron en consejeras, sus sonidos eran inspiración, la humedad nutria sus pensamientos, y así lograba integrar momentos.
Cuando el astro rey asomaba, en los pequeños huecos que el techo dejaba, cierta claridad la activaba, y con sus ropas húmedas y frías, volvía a la senda del despejado día.
Tantos claros como oscuros fue encontrando en el camino, que por momentos se sentía perdida, desorientada, ¿será la noche? ¿tal vez el día? Igual, sonreía, admiraba la belleza, cerraba sus ojos, y su luz interna se apoderaba de la sensación del instante, y al abrirlos su brillo era como una linterna, iluminaba sus caminos, y guiaba a sus piernas.
Sabía que en algún momento, esa inmensa montaña la encontraría, y debía tener mucha fuerza para poder comenzar a subirla. Por eso, debía llegar con los pulmones amplios, los brazos descansados, y las piernas ágiles, pero la mente lo mas atenta posible, con la vista preparada para ayudarla a tantear junto a los sentidos, que piedras la podrían traicionar, y cuales eran lo suficientemente estables para poder sostenerla.
En este trayecto, se durmió junto a algún mono trepada a una gruesa y alta rama, por momento compartió la cueva con un blanco y suave conejo. Por las noches, cuando no podía dormir se encontraba con lechuzas y murciélagos, pero nunca lograron ser compañeros.
Así fue que camino, y camino, se baño en aguas cristalinas, y bebió hasta saciar su sed, pero se dio cuenta que no tenia como guardar para cuando el río desapareciera, sin desesperar pensó "ya encontrare cada solución, tengo que confiar en la naturaleza", y así continuo disfrutando y cuando las oportunidades se le presentaban las aprovechaba, vivía la lluvia, el día, la noche, la humedad, la vegetación, y compartía con tanta fauna tan desconocida como amiga.
Y el encuentro llegó, una pared de enormes piedras desniveladas se impuso en el sendero. Ya lo sabía, solo pudo respirar profundo, y sentarse un rato a observar, en ningún momento su ayuda memoria, ese cuaderno que la acompaño en todo momento, donde podía ir compartiendo cada vivencia, cada aprendizaje, así fue que lo miro, lo leyó durante horas, días, tal vez una semana.
Hasta que decidió que era hora de comenzar a trepar. A pesar de ciertas ampollas en los pies, pero sabia que también contaba con sus manos, con todo su cuerpo.
Aunque esos días, semanas sentada en la base, la ayudaron a curar, a prepararse para continuar. No importaba el tiempo, solo estaba segura que tenia que seguir. Sin saber hacia donde, pero al darse vuelta vio la selva, y se prometió recordarla, pero no volver a vivirla por un largo tiempo, así que solo quedaba las rocas convertidas en montaña.
Y sin dudarlo, comienzo a transitar el nuevo espacio. Ya en la base, miraba así arriba y no veía la cima, que tanto le atraía, tampoco importaba, solo la motivaba seguir conociendo posibles amigos desconocidos, y con el tiempo tal vez formar un lindo grupo con quienes continuar. De la selva se traía tantos recuerdos, y una fuerza que la acompaño a tomar la nueva decisión, si la noche, la oscuridad no la habían podido detener, la soledad y el frío de la altura tampoco deberían hacerlo.
Al principio subía y caía, por no poder encontrar las piedras fijas, pero luego de renovar sus fuerzas, volvía a insistir. Así, comenzó en un momento a subir y subir. Sabia que solo era una nueva forma de caminar, de transitar. Ningún espacio se limita, todo es potencialmente un nuevo aprendizaje.
Y ella estaba dispuesta a seguirlo... era su propia vida, y solo sabía que la aventura era su fiel compañera.





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